Sin palabras, así es como nos quedamos cuando desde que sales del pueblo de Arantza y coges la pista de unos 3 kms que te lleva a Xenborda, vas admirando la naturaleza en estado puro. Pese a que eran aproximadamente las 17 horas y lucía un sol espléndido, el coche nos iba encendiendo automáticamente las luces al paso de las zonas boscosas, señal de la frondosidad del “verde”, que a veces impedía el paso de la luz.
Después de disfrutar de este pequeño paseo para llegar a la casa, de nuevo nos volvimos a quedar sin palabras, la casa y el entorno nos dejaron boquiabiertos, la realidad superaba con creces lo visto en fotografías.
Una vez dentro de la casa, todo está cuidado al detalle y súper limpio, digno del gran anfitrión que fue Jose Mari, persona entrañable que nos aconsejó sitios para visitar, rutas, restaurantes,… y que en ningún momento quiso molestar y evitaba siempre aparecer por la casa, salvo que nosotros requiriéramos de su presencia. Además las veces que estuvimos algún rato charlando con él, nos aportó una experiencia vital maravillosa, y nos contó como con un afán de superación y esfuerzo, construyó con sus propias manos esta casa, partiendo de apenas unas ruinas del anterior caserío.
No voy a extenderme mucho más porque creo que lo suyo es ir a Xenborda a comprobarlo en persona. Como conclusión diré, que tras muchísimos años viajando de turismo rural a lo largo y ancho de todo el país, hemos encontrado “LA CASA”. No me equivoco si digo que a Xenborda volveré seguro, porque todavía a fecha de hoy y después de estar unas horas en mi casa, sigo pensando en ella y sigo quedándome sin palabras.
Un abrazo muy fuerte Jose Mari, sigue así que se necesita mucha gente como tú en el turismo rural para aportar calidad al mismo. ¡Ah! y dale muchos mimos a Isu, que nos ha robado el corazón con su cariño.
Arturo estuvo en Julio 2018, en pareja
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Limpieza
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Trato del propietario
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Entorno
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Equipamiento
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Relación calidad/precio
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Calidad del sueño