El norte peninsular tiene paisajes de lo más variados, desde un desierto hasta selvas y bosques frondosos, castillos medievales, una gastronomía tradicional sabrosa y una cultura ancestral que marca un modo de vida genuino y tranquilo. ¿Sabes de qué lugar hablamos? Nos referimos a Navarra, aunque quizás no haya sido lo primero que te ha venido a la cabeza. Y es que sabemos que es un destino todavía bastante desconocido, pero eso es, precisamente, lo que hace que tenga un encanto tan especial. ¡Al menos hasta que no vaya otro Hemingway a darlo a conocer internacionalmente!
Empezamos con los productos locales y la gastronomía, que modelan el carácter navarro y marcan buena parte de las festividades otoñales. Un ejemplo es el Día del Hongo, que se celebra en Ultzama, tierra de robles y con un parque micológico para ir a por setas.
También en plenas montañas del Pirineo hay otro parque que ofrece información y salidas seteras, nos referimos al Parque Micológico de Erro-Roncesvalles. En esta época también se celebran ferias de ganado y de productos gastronómicos, como la de Puente de la Reina con su llamativa Carrera Mundial de Layas, la Exaltación del Pimiento de Piquillo en Lodosa, la Feria de las Denominaciones de Otoño de Mendavia (¡la localidad que tiene más en España!), el Día del Pastor de Améscoa o el Mercado Itinerante de Mendialdea. En todas ellas podrás degustar las delicias otoñales y disfrutar del buen ambiente aderezado con música y bailes tradicionales. Estos eventos son ideales para hacer una inmersión rural en los pueblos y valles navarros como un local más, ¡verás qué gente más maja hay en esta tierra!
Para quienes deseen profundizar más en la sabiduría y el proceso de elaboración que hay detrás de cada producto autóctono, un buen plan para este otoño en Navarra es vivir una experiencia gastronómica. Hay para todos los gustos: escapadas de oleoturismo que incluyen paseos entre olivos, visitas a museos y almazaras, talleres de plantación de olivos, recogida del fruto y degustaciones; talleres creativos maridados con vino navarro, paseos entre viñedos a pie o en buggie o catas con música en directo; ser pastor por un día en montañas emblemáticas de este oficio ancestral; o adentrarse en la cultura rural de los talos, que son unas tortas de maíz planas y redondas que se comían tradicionalmente en los caseríos, e incluso aprender a hacerlos en un molino todavía en activo en el Valle de Baztan.
Acabamos con rincones de naturaleza encantadores y poco masificados. Para encontrarlos, puedes seguir senderos fáciles como el de Errekaidorra, que lleva a la cascada del Cubo en la Selva de Irati. Un espacio lleno de magia es el Sendero del Hayedo Encantado en la Sierra de Urbasa, con rocas con formas de lo más peculiares que permiten apreciar tortugas, un hongo gigante, un elefante y hasta un submarino. Otra opción es la ruta de los Tres Puentes o Hiruzubide, al lado de la Vía Verde del Plazaola; entre bosques llenos de musgo y presencia constante del río. Ah, ¡y con cascada incluida!
O quizás prefieras ir a un salto de agua de leyenda en el Valle de Baztan, como es la cascada de Xorroxin, vinculada a la mitología navarra. Aún hay más: paseos por los embalses de Leurtza, conocer el entorno natural de Mata de Haya (uno de los bosques mejor conservados del Pirineo occidental), el milenario Bosque de Orgi en Lizas, o el bosque medieval que recorre el sendero Iturburua, en el Parque Natural de Bertiz.
Son solo algunos de los tesoros que esconde la desconocida Navarra. En estos lugares te mezclarás con las gentes locales y encontrarás poco postureo. Eso sí, para seguir disfrutándolos de esta manera, ¡tendrás que cuidar el secreto!