Magazine Mundo rural “En España somos más de 6.000 agentes forestales y las mujeres no llegamos a 500”. Entrevista a Mariló Val, agente forestal

“En España somos más de 6.000 agentes forestales y las mujeres no llegamos a 500”. Entrevista a Mariló Val, agente forestal

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Mariló Val Hernández
Por Mariló Val Hernández

Hasta 1983 una mujer no podía optar al puesto de agente forestal. Según el  Reglamento del Cuerpo Especial de Guardería Forestal del Estado, la primera condición para ingresar en el cuerpo era ser varón y haber realizado el servicio militar. 

Mariló Val Hernández es de las primeras generaciones de mujeres que trabaja de Agente para la Protección de la Naturaleza para el Gobierno de Aragón. Se sacó las oposiciones en 1987 y en los últimos 11 años, además, ejerce como coordinadora medioambiental de las comarcas de Calatayud y Aranda. 

¿Has encontrado muchas dificultades para entrar en el cuerpo?

No, en mi caso las competencias ya estaban transferidas a las autonomías y no existían impedimentos por ser mujer, aunque encontrarse a una mujer en un ámbito laboral tradicionalmente de hombres aún chocaba mucho. Nuestra incorporación como agentes forestales se retrasó un montón de años. En Estados Unidos, por ejemplo, se produjo en 1918. Pero en España una mujer no logró ingresar en el cuerpo hasta 1983. La primera fue Carmen Orellana, muy valiente. Aprobó las oposiciones y, al negarle la plaza, hizo un recurso de inconstitucionalidad y lo ganó. Desde entonces, ha sido un goteo constante de mujeres que hemos ido entrando en esta profesión. La aportación de la mujer al mundo forestal es muy importante, enriquecedora y positiva. Nuestra visión diferente en algunos asuntos, nuestras habilidades organizativas o la sensibilidad con que entendemos y abordamos algunas situaciones, entre otras destrezas, nos ha hecho cada vez más necesarias y valoradas, a pesar de que seguimos siendo un porcentaje muy pequeño del colectivo.

¿Cuántas mujeres sois?

Como coordinadora medioambiental llevo a 19 agentes y solo hay una mujer. En España somos más de 6.000 agentes forestales y las mujeres no llegamos a 500. En algunas comunidades autónomas el porcentaje llega hasta el 13% del total de la plantilla. No obstante, a lo largo de mi trayectoria profesional he aprendido que, lejos de ser hombre o mujer, lo más importante es ser un buen profesional.

¿Por qué te hiciste guarda forestal? 

Es vocacional. Siempre me ha gustado la relación con el medio natural, el monte y la naturaleza. Esa libertad que te da no estar encerrada entre cuatro paredes de una oficina o de una fábrica y la posibilidad de participar en la conservación de la riqueza natural de nuestra tierra son razones que te llevan a optar por este tipo de trabajo.

¿Cómo fueron tus comienzos?

Entré en la escuela de capacitación forestal en Almazán en el 87 y, cuando terminé, estuve trabajando en una torre de vigilancia de incendios. Luego salieron las oposiciones de Aragón y decidí presentarme. Aunque soy de Soria y podía haber escogido una plaza más cerca de casa, me fui al Prepirineo. Estuve en la zona del pantano de Yesa 10 años. 

¿Cómo es tu día a día como coordinadora medioambiental?

Aunque sea coordinadora y por mi puesto de trabajo me toca organizar las tareas encomendadas a mi área medioambiental, primero soy agente para la protección de la naturaleza. Según las diferentes administraciones tenemos distintas denominaciones como agentes forestales, agentes medioambientales, agentes para la protección de la naturaleza, agents rurals… Somos funcionarios públicos, agentes de la autoridad y policía judicial genérica. Protegemos y conservamos todo el patrimonio medioambiental de nuestro territorio. En total, tenemos más de 100 actividades relacionadas con nuestro trabajo como la conservación de la biodiversidad, gestión y vigilancia de montes, de los abastecimientos forestales, realizar censos, controlar la actividad cinegética y piscícola, extinguir incendios, asesorar a los ciudadanos y la educación ambiental, entre otras. 

Mariló Val Hernández, agente forestal
Por Mariló Val Hernández

Y ¿con qué disfrutas más?

Me gustan las labores de conservación de especies amenazadas y la educación ambiental. Esta última es de las más satisfactorias y es un eje fundamental para la conservación de la naturaleza. El futuro depende en gran medida de cómo eduquemos a nuestros niños y jóvenes, de lo que seamos capaces de transmitirles. Vamos a escuelas, hacemos charlas y preparamos exposiciones con huellas y restos de animales que hayamos encontrado. También hacemos paseos con los niños por el campo. Les explicamos el peligro de los incendios, a qué número tienen que llamar si ven uno o cómo tienen que recoger las setas. Lo que nosotros les enseñamos luego ellos lo enseñan a su familia. El otro día me dijo un abuelo: “Ya me dijo mi nieto que no podíamos recoger las setas con una bolsa de plástico”. Con el conocimiento que les damos pueden valorar el entorno que les rodea. 

Hablas de incendios… ¿Alguna vez has sentido miedo en tu profesión? 

Solo con oír el ruido del fuego cuando se acerca la tensión es muy alta. La extinción de incendios no deja de ser un trabajo de mucho riesgo. Desde que recibes un aviso y movilizas cualquier recurso, el desplazamiento, hasta la propia extinción, donde hay que ir tomando decisiones según los cambios de viento, la orografía y otras circunstancias. Como responsable de un equipo, debo garantizar su seguridad. Por suerte, somos un colectivo muy preparado para trabajar en emergencias medioambientales. Conocemos muy bien el mundo rural, sabemos donde hay una casa habitada, una granja… Sabemos por dónde movernos. 

¿Es lo más complicado de tu trabajo?

Sí, es una de las tareas complicadas. Como agentes de la autoridad tenemos que velar por el cumplimiento de las leyes que afectan al medio natural. A veces puede haber enfrentamientos con los vecinos que no las cumplen, como los cazadores furtivos, pescadores que incumplen la normativa, o los que cortan la leña de forma no autorizada o abusiva. Nosotros vivimos y trabajamos con esas personas, por eso convivir enfrentados es complicado. Como coordinadora, gestionar un equipo y los recursos tampoco es fácil, sobre todo cuando hay escasez de medios o no son los adecuados. 

¿Alguna vez has sentido algún tipo de discriminación por ser mujer? 

Cuando me fui al Prepirineo la gente de allí se sorprendió mucho: una mujer tan joven en un mundo laboral de hombres. Me acuerdo un día que fui a comprar a la tienda del pueblo y había unas señoras -que en aquella época su ámbito era el cuidado familiar y poco más- que se preguntaban: “Pero ¿esta quién es? La mujer del forestal”. Les dejé bien claro que no era la mujer del forestal, sino que era mi trabajo. Trabajar fuera de casa y en un lugar como el monte, donde pasas mucho tiempo sola, no era muy frecuente. Algunos vecinos también se sorprendían cuando les pedía la documentación de caza o pesca. Me decían: “Ah pues es la primera vez que me lo pide una mujer”. 

Yo he podido hacer exactamente lo mismo que mis compañeros. Ellos siempre me han tratado como un igual, y yo a ellos. Alguno podía tener su reticencia pero en cuanto trabajaba conmigo se le olvidaba. También han sabido responder a según qué comentarios con profesionalidad. Cuando les decían que vaya secretaría se habían echado, ellos les decían que era su compañera y su jefa. 

¿Cómo fue tu trabajo durante la crisis de la Covid19?

Hemos participando en tareas de control del confinamiento domiciliario en las zonas rurales más apartadas y los pueblos más pequeños. También hemos hecho labores muy gratificantes. Repartimos material de primera necesidad a núcleos aislados, centros sanitarios, residencias y centros de día. También llevamos ordenadores y material escolar a los niños. Participamos en desinfecciones en residencias y en calles. Nosotros conocemos a la población, a cada vecino, así que hemos estado muy pendientes de ellos por si la gente mayor o sus animales necesitaban comida, medicamentos o combustible. 

También hicimos donaciones a los hospitales. Al inicio de la pandemia entregamos las mascarillas  que usamos para los incendios, los guantes, buzos y todo el material disponible que teníamos para la recogida de muestras y fauna. Era un momento muy emotivo porque cuando lo entregabas te aplaudían. Se me ponían los pelos de punta y se me empañaban los ojos. ¡Con lo que estaban viviendo ellos dentro!

Mariló Val Hernández
Por Mariló Val Hernández

En los dos último veranos se ha denunciado que muchas rutas están masificadas. ¿Lo habéis notado en Aragón?

Es normal. La gente tenía la necesidad de salir de casa en cuanto ha podido. En Ordesa y en los espacios naturales protegidos se ha visto un aumento de gente. Cuando se llenaban los aparcamientos o se llegaba a un cupo de gente, los cerrábamos. Es difícil tener un equilibrio entre conservación y uso público sin que afecte al espacio protegido. No obstante, nosotros queremos que la gente visite su entorno cercano. Les invitamos a hacerlo porque solo conociéndolo lo respetarán. 

¿Tú qué visitarías, cuál es tu rincón natural favorito de España?

Qué difícil. No te voy a negar que mi rincón favorito es el Moncayo, yo nací allí en un pueblo pequeño de la montaña mágica. Trabaje donde trabaje siempre giro mi vista a mi montaña. Siempre que puedo me escapo allí y descubro cosas nuevas: un buen paseo por los hayedos, una orquídea que no había visto antes, un nuevo nido de azor…

Rutas masificadas en España: ¿Tenemos todos el mismo plan?

Nos han pedido quedarnos en España y lo hemos hecho. El problema es que parece que todos hemos tenido el mismo plan y muchas de los pueblos y rutas de senderismo se han visto masificadas, Más aún ahora, con los cierres perimetrales. Estas son algunas de las más afectadas.

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2 comentarios

David 14 de marzo de 2022 - 16:13

Y Mariló cual es el porcentaje de hombres y mujeres que se presentan a las oposiciones? Os ponen algún problema para presentaros a mas mujeres?

Responder
Ana 15 de marzo de 2022 - 21:19

No esque pongan problemas, la cosa esta como bien dice el artículo que nos han educado para que la mujer ocupe puestos de cuidado y cara al publico y no para estar en el monte sola y mucho menos como agente de la autoridad.

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