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Los Monteros de Espinosa, la guardia real de los reyes de España

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Espinosa de los Monteros
Espinosa de los Monteros. Por Javierme

Hay un lugar en Burgos cuyo nombre ha saltado más allá de sus límites y ha estado asociado, durante siglos, a los reyes de España. Todo comenzó hace más de 1.000 años. Con cierta leyenda, lo más curioso es que lo que ha hecho trascender el nombre de Espinosa de los Monteros no ocurrió realmente en ese lugar, aunque sí lo protagonizó un espinosiego. Y tras él, muchos más.

Como ya advertía y es habitual en hechos como los que vamos a tratar, la leyenda y la historia se tocan y se mezclan. Con seguridad la leyenda de los Monteros de Espinosa añade algo de épica y suma ciertos detalles que hicieron más notables y atractivos los acontecimientos cuando comenzaron a contarse. Porque lo que nos ha llegado en esa leyenda es una magnífica historia de amor y caballería.

La leyenda sobre la creación de los Monteros de Espinosa

Escudo de armas de los Espinosa de los Monteros
Escudo de armas de los Espinosa de los Monteros. Por Heralder

Era el año 1006, y a grandes rasgos podríamos decir que las dos terceras partes al sur de la Península ibérica estaban en poder musulmán y que la Reconquista aún tenía mucho camino por delante. En aquel tiempo, el conde don Sancho García invitó a sus dominios en Burgos a un líder árabe, Mahomad Almohadio. En el encuentro, plagado de banquetes, homenajes y fiestas, el invitado enamoró a la madre del rey castellano, que se llamaba doña Aba.

Don Sancho era un obstáculo insalvable para ese amor entre su madre y Almohadio. Este último, quién sabe si por amor o por estrategia, propuso a su amada acabar con la vida del rey cristiano, para dejar así expedito el futuro de la pareja. Ojo, tampoco hay que descartar que la madre quisiera quitarse del medio a su hijo para reinar ella, puestos a construir una buena historia. El plan que acordaron fue envenenar al rey con un refresco que le ofrecería su madre cuando volviera el pobre don Sancho de una jornada de caza.

A pesar de que se trató de mantener el secreto, una camarera de la reina se enteró de la preparación del magnicidio y se lo contó a su esposo, que servía a don Sancho como escudero. Este hombre se llamaba también Sancho, pero sin el don y con el apellido de Peláez. La acusación era grave y el escudero sabía que al revelar el plan se estaba jugando la vida, ya que, si no le creían y no había más pruebas, podía acabar mal. A pesar de ello tuvo el valor de seguir adelante.

Advertido don Sancho, cuando su madre le ofreció el refresco envenenado, el conde le dijo que lo probara ella primero. Al negarse, quedó la sospecha probada, pero para añadir más épica a la leyenda, se cuenta que el hijo insistió a su madre para que bebiera y esta acabó por hacerlo, sabiendo que moriría al momento. Expiaba así su pecado.

Don Sancho García quedó tan agradecido a su escudero por el aviso, que determinó que a partir de aquel momento ese escudero, sus familiares y su descendencia, serían su guardia personal. Así se hizo y dado que todos eran originarios de la localidad de Espinosa, se nombró a ese grupo los Monteros de Espinosa. Hasta aquí la mezcla de leyenda y realidad, de lo que ocurrió en el año 1006.

¿La primera unidad de Guardia Real en territorio español?

Más allá de esa leyenda, que bien merece ser conocida, sí parece cierto que don Sancho García creó el cuerpo de los Monteros de Espinosa, tomando para el mismo siempre hidalgos de Espinosa, en recompensa de algún servicio prestado por hombres de este lugar.

Espinosa, por cierto, había sido arrasada por las batallas de la época y se reconstruyó tras todo esto, acabando por ser conocida ya como Espinosa de los Monteros. Esta relación entre la localidad burgalesa y los reyes españoles comenzó con 5 hombres de Espinosa, los 5 monteros originales, pero acabó siendo mucho más, una estrecha relación de siglos.

En cierta medida estamos ante lo que podríamos llamar la primera unidad de Guardia Real en el territorio de lo que hoy es España. Con algunas salvedades, como por ejemplo que no hablamos de militares propiamente dicho. Desde ese 1006 había muchos testimonios y referencias a este cuerpo. Por ejemplo, en los escritos de Alfonso X el Sabio se habla de los Monteros de Espinosa y se determina que su labor era proteger el sueño del rey, es decir, vigilar sus aposentos mientras dormía. Situados en la cámara inmediata a donde dormía el rey, hacían guardia desde el atardecer hasta el amanecer.

Parece que custodiar el sueño del rey era su principal labor, pero no la única. Cuando moría el rey, los monteros vigilaban el cuerpo hasta que recibía sepultura. Sin apartarse de él ni un momento, ya fuera día o noche. Es cierto que, viendo el número de monteros que ha habido a lo largo del tiempo, sí parece cierto que no pueden ser más que una defensa simbólica o en un ámbito tan reducido como el dormitorio real.

Una villa unida estrechamente a los reyes españoles durante 9 siglos

Torre de los Velasco en Espinosa de los Monteros. Por Iván Vieito García

Aquellos primeros 5 monteros pasaron a 35 con Alfonso VIII de Castilla, conocido como el de las Navas, ya en el siglo XIII. Y con Fernando el Católico superaron el medio centenar. El número fue variando y las ordenanzas, siglo tras siglo, iban reglando cómo debían reclutarse los monteros. Así, Felipe II determinó que además de hidalgos y naturales de Espinosa, los monteros no debían haber tenido oficios viles ni bajos, ni haber sido penitenciados por el Santo Oficio por cosas tocantes a la fe.

Es curioso que, 800 años después de su creación, todavía en las ordenanzas reales se establecía que el tiempo de los monteros se repartía entre la corte y la localidad de Espinosa. No sólo estaba esa localidad burgalesa en el origen, sino que siglos después, ese punto geográfico seguía siendo el centro de esta unidad de protección de los reyes españoles.

Decíamos antes que los Monteros de Espinosa guardaban el cuerpo del rey tras su fallecimiento, hasta que era sepultado. Cuando murió Alfonso XII en El Pardo en 1885, los monteros Manuel Fernández de Villa y Rafael Gómez Marañón se encontraron con el médico, el jefe de palacio y otras personas importantes ante el cuerpo del rey. Allí, con el féretro abierto, se certificó que el fallecido era el rey Alfonso XII, como dictaba el protocolo, y se entregó el cuerpo a los monteros para su custodia. También eso seguía el protocolo, de acuerdo a lo que escribió otro montero, Rufino de Pereda, en su libro sobre los monteros:

—Monteros de Espinosa ¿reconocéis ser éste el cadáver de S. M. el Rey Don Alfonso XII de Borbón y Borbón. —Dijo el marqués de Alcañices.
—Sí, reconocemos. —Respondieron los monteros.
—Os entrego en prueba de vuestra reconocida lealtad y de orden de S. M, la Reina, el cadáver de su Augusto Esposo para su guarda y custodia. ¿Os dais por entregados de él?
—Sí.

En 1931, cuando llegó la Segunda República, se disolvió el cuerpo, que aun así pasaba los 9 siglos de existencia. Se dice que en todo ese tiempo nunca hubo un montero de Espinosa que traicionara en modo alguno a su señor.

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