Tras el derribo del convento clariso de San José, en torno a 1868, el espacio ocupado por las huertas del mismo, fue reconvertido en jardín-vivero del Jardín Botánico de La Orotava.
En 1888 se decidió delimitar el recinto, mientras en los inicios del siglo XX le fue colocada una verja de forja de diseño ecléctico, de la que sobresale la puerta de acceso. Se trata de una labor de forjado en hierro en la que se reproducen formas vegetales en consonancia con el espacio en el que se ubica.