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La historia de Matavenero, un pueblo hippie en El Bierzo

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Matavenero
Por M. Pellitero

En junio de 2021, un jugoso rumor comenzó a circular por las redes sociales e incluso algún medio lo publicó como noticia. Un grupo de 200 hippies sin ropa habían acampado en Sierra de la Demanda, en La Rioja, para pasar cuatro días viviendo al margen de la sociedad, siguiendo sus propias normas –o la falta total de ellas– y llevando a cabo prácticas sexuales sin límites. Por supuesto, nadie utilizaba mascarilla ni respetaba la distancia de seguridad impuesta por la pandemia (habría sido bastante difícil).

Sin embargo, poco tiempo después se desmintió parte de la historia. Lo cierto era que esa comunidad se había reunido en dicho emplazamiento, pero la bacanal no era tan desbocada. La policía llevó a cabo un registro y no se encontraron drogas ilegales, así que solo les podía desalojar o imponer multas por el incumplimiento de las normas del coronavirus. Este hecho tan estrambótico no solo sirvió para animar un poco los informativos, casi siempre llenos de noticias poco agradables, sino que también hizo llegar el nombre de la Rainbow Family (Familia arcoíris en inglés) a la masa social.

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Se trata de un colectivo que mantiene la esencia del movimiento hippie que surgió en los años 60 en Estados Unidos. Sus miembros están repartidos en comunas por todo el mundo y una vez al año se reúnen en diversos puntos del planeta para rendir homenaje a la primera reunión de ‘la familia’, que tuvo lugar en Colorado en 1972. El conocimiento de la existencia de estas personas dirigió la mirada a Matavenero, un pueblo situado en Torre del Bierzo y en el que actualmente reside uno de esos grupos ‘familiares’. De hecho, llevan más de 25 años asentados allí.

Historia de una utopía convertida en realidad

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Fue en 1989, en una reunión de la Familia arcoíris celebrada en Genicera, cuando surgió la idea de montar un pueblo ecológico y alternativo entre unas cuantas personas. Matavenero estaba por aquel entonces despoblado: las casas que aún quedaban en pie estaban abandonadas y el sitio necesitaba muchos arreglos para ser habitable. No fue un impedimento para los pioneros del proyecto, por aquel entonces una chica suiza, dos alemanes y un español. Más tarde llegarían a ser 140 adultos y más de 40 niños. 

Su prioridad, como cuentan algunos de los implicados en el documental Matavenero: El Pueblo Arco Iris (Pablo Alonso González, 2012), fue poner en marcha una escuela, que se ubicó en la mejor casa del pueblo. Los estudiantes recibían una ‘educación libre’ hasta los 12 años aproximadamente, cuando se incorporaban al instituto para seguir unos estudios reglados. Un cambio nada fácil para los chavales que apenas conocían como era la vida más allá de los límites de su ecoaldea, lo que hizo que algunos de los moradores que llegaron más tarde apuntasen a sus hijos al colegio ‘normativo’ desde los seis años.

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Ese es un ejemplo de cómo el proyecto fue evolucionando a lo largo de los años. Muchos cambios se llevaron a cabo después de ver qué fallaba en el planteamiento inicial (prueba-error) pero otros también vinieron de la mano del relevo de vecinos. Algunos de los que lo pusieron en marcha acabaron yéndose porque cuando la utopía deja de serlo y se convierte en cotidianidad a veces no es tan maravillosa como se imaginaba. Uno de los antiguos vecinos, explica en la película que: “no se pudo sostener la vida en común porque la gente cambia y es difícil”. 

Otro de los pioneros aún sigue viviendo allí, pero también tiene críticas: “ya no hay vida común en el exterior, hay que ir a ver a la gente a sus casas”. Además, el planteamiento inicial era que aunque según los principios establecidos en la ecoaldea no habría ni gurús ni líderes, pero siempre hay algunas personas que se hacen con el mando aunque sea de manera inconsciente y eso hizo que muchos dijesen adiós. 

Una mirada exterior

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En el documental de Pablo Alonso González también se recogen testimonios de vecinos de sitios cercanos, como Maragatería. Salen dos de sus alcaldes, que cuentan cómo se acercaron a la ecoaldea para conocer a aquellos hippies y acabaron aceptando una infusión de hierbas desconocidas (volvieron muy contentos a sus casas después del encuentro). Otro lugareño, de edad avanzada, comenta que: “yo de los hippies aprendí mucho. Aprendí que hay que trabajar para comer, no para ahorrar”. 

Por supuesto, no todo el mundo está de acuerdo con el asentamiento o, al menos, con su funcionamiento en la actualidad, pero en general a sus habitantes se les considera poco problemáticos y con eso ya está bien. Al menos, eso se pensaba en 2012.

Cualquier persona puede instalarse en Matavenero aunque tiene que cumplir una serie de requisitos para llegar a ser un residente permanente. Cuando entra en la comunidad, el aspirante a vecino tiene que tener un padrino o una madrina que le asesore y ayude durante los diez primeros días. El siguiente paso es vivir en el pueblo al menos cuatro estaciones del año para poder construir su propia vivienda. Cuando este tiempo pase, toda la comunidad tiene que estar de acuerdo para que se le conceda ese derecho.  

Por M. Pellitero

Además, dentro de la aldea no se pueden consumir drogas duras y no se puede entrar en ella con el coche, hay que dejarlo en un parking a la entrada. Tampoco se pueden utilizar máquinas ruidosas que interfieran en la tranquilidad del lugar. Solo pueden activarse un día al mes, que se conoce precisamente como El día del ruido.

¿Se puede visitar?

Sí, e incluso se puede dormir allí. Hay un espacio de acampada en el que hay ducha, fregadero y baño y una posada o albergue con camas. No hay precios fijados, sino que cada huésped deja la cantidad de dinero que quiere o puede. Es parte de la filosofía de la Familia arcoíris: esas aportaciones se recogen en lo que el grupo llama ‘Sombrero mágico’ y se invierten en cubrir las necesidades que necesita o en apoyo a su movimiento. El único requisito: acudir con la mente abierta, respetar su modo de vida y no juzgar. 

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