Conocida como “la Atenas lusa”, Coimbra nos sirve de punto de partida para esta ruta. El esplendor que rodea a esta ciudad, cuna del Renacimiento nacional y sede de una de las universidades más antiguas del mundo, se palpa al doblar cada esquina. Ruinas romanas, leyendas amorosas y aldeas de pizarra sirven de preámbulo a la sierra de Lousã, caracterizada por unas impresionantes vistas y por dar hogar a las abejas que fabrican una miel que alegra la vida.
Pocos placeres hay comparables a recorrer Coimbra y perderse por sus callejones, contemplando las muchas maravillas que jalonan esta ciudad que ve pasar el tiempo desde la margen derecha del río Mondego. La torre dieciochesca de 34 metros de altura y el arco de Almedina son los referentes del centro de la ciudad, aunque tampoco podemos olvidarnos de sus numerosos conventos e iglesias, entre las que destacan especialmente la catedral románica (Sé Velha) y la Capela de S. Miguel, del siglo XVI.
Aquí la cultura tiene su propio estilo. Los palacios de la Universidad, fundada en 1290, sus museos y sus jardines son de tal belleza que no es de extrañar que los estudiantes entonen con suprema delicadeza los fados que resuenan en cada rincón de Coimbra. Además, para los amantes de la observación de aves, la Mata do Choupal, a orillas del Mondego, alberga la mayor colonia de milanos de Europa. Por todo ello, al marcharnos de Coimbra nos queda la sensación de haber disfrutado de una de las ciudades más bellas de Portugal.
En Coimbra comer barato y bien no resulta difícil. Las empedradas calles de esta coqueta ciudad esconden numerosos restaurantes entregados a la causa. Pero la gastronomía lusa ayuda a que salgamos contentos casi de cualquier oportunidad. Dom Espeto (Tlf: +351 239 840 002) es una opción ganadora, dedicado en cuerpo y alma a estos pinchos morunos (nada que ver con la acepción española de espeto) que ofrece en toda su posible variedad, hasta siete, además de muchas opciones de carne y pescado por un excelente precio. La presentación es original, con cada mesa horadada en el centro para colocar el pincho. Una cosa más: con medio espeto come una persona, aunque seguramente querrán más.
Antes de partir, la ciudad nos ofrece numerosas opciones diseñadas todas ellas para complacer al visitante. El monasterio de Santa Clara, monumento nacional datado en el siglo XIV, está muy bien restaurado e incluye un museo que exhibe películas y nos permite imbuirnos del ambiente artístico de la región. Y qué decir de la catedral vieja, con decoración renacentista de Jean Rouen en algunos puntos, y de origen islámico en otros. Existen numerosos rincones que satisfarán nuestra ansia de fotos, como la Puerta de Almedina, opciones como el Parque Verde del Mondego, que a orillas del río ofrece una oportunidad para el ocio deportivo en plena ciudad.
Por supuesto hay que dejarse llevar por la historia de Pedro e Inés, y su dramática historia de amor en la Quinta das Lágrimas. Sus jardines son una referencia y un auténtico museo vegetal, los jardines de la Quinta das Lágrimas reúnen especies de todo el mundo. Su creador, Miguel Osório Cabral de Castro, se benefició del hecho de ser amigo del director del Jardín Botánico de la Universidad de Coimbra.
Llega la hora de coger la vieja N-1, cuyo itinerario va en paralelo a la autopista A1-IP1, aunque pasados trece kilómetros hay que desviarse en Condeixa-a-Nova para tomar el asfalto de la N-347 en dirección a Penela. La pequeña villa de apenas 4.000 habitantes nos deja rastros de civilizaciones anteriores como la romana y nos permite, si lo necesitamos, reponer fuerzas antes de lo que se viene encima. La ruta total, avisamos, no supera en mucho los cien kilómetros, pero en el turismo rural no cuenta tanto la distancia como las múltiples dimensiones naturales y humanas que podemos aprehender.
Y para demostrarlo, todo lo que encontramos a escasos tres kilómetros del desvío. Allí divisamos las ruinas romanas de Conimbriga (siglo II a.C.), que nos hacen recordar los ancestrales tiempos de la provincia de Lusitania. Allí, el Museo Monográfico de Conimbriga nos culturiza sobre la ciudad romana que lo acoge, un complejo a medio excavar y restaurar que sin embargo nos deja numerosas pistas de lo que allí hubo. Esta parada hará las delicias de los conocedores de la historia del arte gracias a sus mosaicos, grabados y, lógicamente, los vestigios de una arquitectura ejemplar. Aunque también, por qué no, nos hará las veces de una necesaria parada antes de salir adelante. Su restaurante también puede ser un buen buen lugar para almorzar.
Pero hay más, ya que antes de llegar a Penela y siguiendo siempre el curso de la N-347, encontramos las ruinas de la villa romana de Rabaçal, ubicadas en la ladera que da acceso a la aldea actual. Se trata de una finca del siglo IV a.C. que incluye una vivienda señorial y dependencias agrícolas y para los esclavos. El complejo se descubrió a mediados de los ochenta, y en él destacan los mosaicos que representan diversas escenas de la vida cotidiana. Sorprende que sea un lugar tan poco conocido.
Al final del trayecto, Penela, que fue una importante plaza durante la Reconquista, nos muestra su imponente castillo y lo mejor de su gastronomía, dominada por los quesos, miel, vino y nueces. Pero ya sabemos que no hay castillo sin iglesia, ni iglesia sin castillo. La iglesia de San Miguel, de un estilo renacentista muy simple, puede significar una parada agradable con muy buenas vistas al monte y otra de las citas obligada de Penela.
Pero las bondades de Penela, una villa de 3.500 habitantes ideal para disfrutar de la tranquilidad rural, también están bajo tierra. El Soprador do Carvalho es una cueva natural a visitar con guía y toda la familia, siempre que estemos deseosos de iniciarnos en la espeleología y mancharnos la ropa. Además, existe una zona de baño habilitada en las cercanías que completa la experiencia.
Desde Penela salimos en dirección a Miranda do Corvo, siguiendo el curso serpenteante del asfalto y de los caminos de tierra batida que se recorren durante el Rally de Portugal. En Pereira, el desvío a la izquierda nos sirve de puerta de entrada a Miranda, desde donde la carretera N-342 empieza a flirtear junto a las vías del ramal que viene de Coimbra, en paralelo al curso del río Corvo, y que va hasta las alturas de Serpins, pasando por Lousã, para “regalarnos” un fantástico viaje panorámico. La carretera es un mirador. Hay que conducir con mucho cuidado, sobretodo en los fines de semana.
Serpins es una freguesía o municipio con estación propia que nos puede servir de centro de operaciones para un buen día de turismo fluvial en el río Mondego. Existen varias playas naturales para iniciarnos en el kayak o simplemente relajarnos, bañarnos, o mirar el paisaje. Hablamos de O Pioneiro do Mondego o la Senhora de Piedade, cerca del castillo de Lousa, perfectas para aliviar el calor con su agua fresca incluso en verano.
Lousã es una villa de casas blasonadas y puerta de entrada a la sierra del mismo nombre. La N-236, que se toma en Lousã, nos descubre a través de su asfalto sobrado de curvas el pequeño pantano de Ermida y una colección de aldeas de pizarra, si bien al poco de cruzar Candal hay que coger la carretera asfaltada que se desvía hacia la cima de Santo António da Neve, que con sus 1.174 metros de altitud nos regala unas espléndidas vistas de la sierra de Lousã. Aquí se halla también la ermita que honra al santo y los neveiros, que son pozos del siglo XVIII donde se fabricaba, siguiendo procesos naturales, el hielo que después era transportado hasta Coimbra.
Esta villa del municipio de Coimbra es nuestra última parada, y quizá de las mejores. Una buena caminata aquí, en el silencio del campo, parece obligatoria antes de nuestro regreso.
La ruta no está particularmente deshabitada, y de hecho ofrece muchas posibilidades al caminante curioso, como la aldea de pizarra de Cerdeira o el refugio en la sierra que nos permite convivir con la naturaleza, observar la fauna (especialmente los pájaros, aunque de todo hay) y todo ello en un ambiente totalmente alejado del mundanal ruido. Si queremos un ejemplo, el refugio na serra da Lousa es la encarnación viva de lo que esperamos de una casa rural, rural de verdad.
Para los más arriesgados, el gran macizo en el que nos encontramos ofrece múltiples posibilidades para el deporte y la aventura, con senderos habilitados para BTT y el atletismo de montaña, entre otras actividades. Volver a Coimbra es una opción muy recomendable para descansar después de tanta acción.