Magazine Destacados Eugenio Monesma: “Hay oficios que seguimos haciendo igual que los romanos”

Eugenio Monesma: “Hay oficios que seguimos haciendo igual que los romanos”

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Eugenio Monesma
Eugenio Monesma

Eugenio Monesma (Huesca, 1952) es un director y productor de cine etnográfico. Ha dedicado 40 años de su vida a documental en vídeo tradiciones, costumbres y oficios perdidos del mundo rural en España. En todo este tiempo ha recopilado más de 3.200 documentales, que han sido reconocidos con más de 200 premios.

¿Sabes cómo se hace un cencerro, cómo trabajaban los carboneros, para qué se utilizan los cuernos, cómo se entierran los cardos, cómo se construía una choza primitiva circular o cómo elaborar azulejos, ladrillos y tejas con agua y tierra y de forma artesanal? Todo esto y mucho más ha quedado registrado, para siempre, gracias al trabajo de este productor de cine. Y sus vídeos son accesibles a todo el mundo en su canal de Youtube.

En esta entrevista con Escapada Rural, Eugenio Monesma nos cuenta por qué empezó a inmortalizar estos oficios perdidos (bueno, no todos), qué esperanzas tiene para ellos o qué podemos hacer para impedir su completa desaparición.

¿Cuándo comenzaste a documentar los oficios perdidos y por qué?

Empecé a recoger estos oficios en el año 1982, en formato Super-8. Fui cambiando de formato, pasando por Betacam y ahora digital. Me integré en el Instituto Aragonés de Antropología y ahí nos planteamos la necesidad de que había que recuperar tradiciones y costumbres que se perdían. Dentro de ellas, estaban los oficios.

Con el tiempo, conforme iba descubriendo nuevos, iba viendo la importancia que tenía grabarlos porque se iban a perder. En este momento tengo unos 2.000 documentales que recogen estos oficios.

¿Cuándo se considera que un oficio está perdido? Pregunto esto porque si lo ha grabado, es porque no estarán del todo perdidos…

Efectivamente. Hay algunos que se han perdido rotundamente, como los fabricantes de carros o el batihoja, que son los que hacían pan de oro para decorar las imágenes religiosas.

Sin embargo, hay otros que se han recuperado, pero en tono festivo o en línea de mantener la tradición como pasa con los pedreros en Quintanar de la Sierra, donde todos los años cuecen una hornada de piedras para ver cómo se hacía ese trabajo, o los nabateros de Sobrarbe, que cada año hacen una fiesta para bajar la madera por los ríos durante toda una mañana… Y hay otros que todavía, afortunadamente, no se han perdido, como la trashumancia. No obstante, están en un punto de bastante declive y con mucho riesgo de desaparecer en estos momentos.

¿Por qué?

La última vez que hice una trashumancia fue hace tres años, en el Pirineo Navarro. Bajé de Belagua hasta las Bárdenas. Estuve ocho días con los pastores y su ganado. Entonces ya me contaban que hace 10 años bajaban 100.000 cabezas de ganado; ahora, no llegan a las 10.000. La ganadería se está estabulando y son pocos ya los pastores que pueden mantener los rebaños en el monte. Hay una presión fuerte hacia los ganaderos por parte de todas las instituciones: europeas, estatales y regionales.

¿Debemos impedir que desaparezcan estos oficios?

Sí, debemos, pero no podemos. Es una obligación nuestra, es nuestra cultura. Hay que impulsar a los que siguen: todavía tenemos guarnicioneros que trabajan el cuero, orfebres, alfareros… Pero, ¿quiénes son los responsables de conservarlos? La Administración. Es el gobierno el que debe facilitar a estos artesanos, en vez de presionarles burocráticamente y económicamente.

Pongamos el ejemplo de un alfarero que quiere continuar su oficio: coge un joven que quiere aprenderlo y, por cuestiones legales, tiene que contratarlo y pagarle una Seguridad Social, tiene que enseñarle y cuando pasan cuatro años, lo normal es que si es un buen profesional, se independice. Por tanto, todo el esfuerzo que ha hecho este hombre para enseñar un oficio, tener un ayudante y aumentar un poco la producción, se va al garete.

Hay muchos artesanos que, salvo en casos excepcionales como enseñarle a un hijo o un sobrino, no están dispuestos a asumir esos riesgos, y continúan con su oficio hasta que se jubila. Y cuando se jubila, se acabó con la artesanía con la que estaba trabajando.

¿Por qué se pierde un oficio?

Muchos de los objetos que antes se utilizaban para las labores del campo, como los collerones, las albardas, etc., prácticamente han desaparecido. Muchos objetos se siguen consumiendo, pero a menor escala, como es el caso del carbón.

Además, hay una competencia de materiales y productos de China, con precios tiradísimos que un artesano no puede poner a sus productos. También está la responsabilidad del consumidor: quien disfruta de una artesanía es porque valora el producto y el trabajo que hay detrás, pero la mayoría no lo valora. Normalmente, cuando vamos a comprar un producto, no valoramos el trabajo que hay detrás, sino que cuanto más barato salga, mejor.

¿Qué importancia tienen los diferentes pueblos que han pasado por la Península Ibérica en los oficios tradicionales? Imagino que han dejado su huella íberos, romanos, árabes…

Muchísima. Además de dejar su huella, han dejado oficios que han pervivido tal cual hasta hace solo 60 o 70 años. Hablamos de cerámica, de cuero o de los cultivos. Yo, con mi edad de 70 años, he tenido la suerte de vivir el cambio y la evolución social que se ha producido: primero, hemos visto tirar con un trillo en la era y, después, esas grandes cosechadoras con sus ordenadores.

¡Pero hasta hace 80 años todo era igual! Los tintes se seguían haciendo manualmente… Y hay oficios que se han seguido manteniendo igual que en épocas romanas: el prensado de la uva, el prensado de la cera, la obtención de la miel… ¡sigue siendo como se hacía hace 1.000 o 2.000 años!

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