Hay lugares que son reconocibles al instante al ver su silueta recortada sobre el horizonte. Uno de los ejemplos más claros puede ser el de Nueva York (su aparición en tantas pelis ha hecho que forme parte del imaginario colectivo) pero también hay otro que se ubica en la península ibérica: el Peine del viento, que se encuentra en la playa de Ondarreta, en San Sebastián. Su autor es Eduardo Chillida, conocido popularmente por su apellido, quien este 2024 habría cumplido cien años.
El artista creció a las orillas del Cantábrico, en San Sebastián, un detalle que se puede apreciar si se hace un estudio de sus creaciones. Muchas de ellas buscan la interacción con el viento, que pasa a formar parte de la propia instalación cuando sopla con fuerza, algo frecuente en las costas del norte del país. Pero no todas sus obras están al lado del mar: el rastro que Chillida dejó en España es considerable y es posible trazar una ruta que siga sus pasos. Estas son algunas de las esculturas de Chillida más relevantes repartidas por el territorio nacional.
El Peine del viento, en San Sebastián
Es, sin duda, la más conocida y emblemática de sus obras. Situada al final de la playa Ondarreta, a los pies del monte Igueldo, está compuesta por terrazas de granito y tres piezas de acero que pesan treinta toneladas en conjunto y miden dos metros de alto y de ancho. Chillida contó con el trabajo del arquitecto Luis Peña Ganchegui para el diseño del entorno y se instaló en 1977.
Lugar de Encuentros III, en Madrid
Chillida estudió arquitectura en Madrid, así que parte de su imaginario se desarrolló en la capital. Una muestra es La sirena varada –como se conoce popularmente a esta creación– su primera obra realizada en hormigón que, en un principio, se ideó para que estuviese en suspensión. Data de 1972 y se puede ver en el Museo de Escultura al Aire Libre de la Castellana, junto a obras de otros creadores como Joan Miró o Eusebio Sempere.
Elogio del horizonte, en Gijón
Si a Lugar de Encuentros III se la conoce más por su sobrenombre La sirena varada, esta instalación ubicada en el cerro de Santa Catalina, Gijón, desde 1990 ha corrido peor suerte porque su apodo (cariñoso, eso sí) es ‘el váter de King Kong’. También elaborada en hormigón, esta estructura tiene diez metros de altura y cuando el viento se cuela en su interior, que suele ser muy habitual debido a su ubicación, su sonido se amplifica. Estar dentro cuando esto sucede supone una experiencia, como poco, interesante.
Elogio del agua, en Barcelona
El ingeniero José Antonio Fernández Ordóñez participó con Chillida en la elaboración de esta escultura instalada en el parque de la Creueta del Coll, en la parte alta de la ciudad de Barcelona. Este espacio fue en su momento una cantera de piedra –los vecinos la llamaban ‘la Pedrera’– y se convirtió en parque público en 1987. También elaborada con hormigón, se hizo directamente con un encofrado en el lugar que ocupa ahora, escogido por el propio artista. Su inauguración tuvo lugar dos días después de que el autor recogiese el Premio Príncipe de Asturias de las Artes.
Gure Aitaren Etxea, en Gernika-Lumo
La casa de nuestro padre en castellano. Esta escultura de Chillida se encuentra al lado del árbol de Gernika, en el parque de los Pueblos. Construida en 1987 por petición del gobierno del País Vasco para conmemorar el 50 aniversario del bombardeo, mide ocho metros de alto y es de hormigón. Según explicó el autor en su momento, simboliza un futuro orientado hacia el arte y, de manera implícita, en el que reine la paz.
Monumento a la tolerancia, en Sevilla
Esta obra, instalada en el muelle de la Sal de Sevilla, se inauguró el 1 de abril de 1992, a la par que la Exposición Universal. Se financió a través de la Fundación Amigos de Sefarad con el objetivo de conmemorar el edicto de Granada de 1492, mediante el cual los reyes Católicos expulsaron a los judíos de sus reinos. El presidente de Israel en aquel momento, Jaim Herzog, su esposa Aura y el Premio Nobel de la Paz Elie Wiesel acudieron a la inauguración además del propio escultor.
Extra: Museo Chillida Leku, en Hernani
En 1983, en una época de intensa renovación artística, Chillida adquirió el Zabalaga de Hernani, un caserío que se caía a cachos. Su renovación sirvió al escultor para convertirlo en lugar de trabajo y actualmente es la sede del Chillida Leku, en donde se pueden ver obras del artista que van más allá de las esculturas gigantescas como obras en papel o construcciones más pequeñas. Además, en dicho espacio se organizan actividades como conciertos o yoga entre esculturas.
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