
El paisaje de Alicante está lleno de castillos y fortalezas espectaculares. Hay más de 230 construcciones defensivas que aparecen como ventanas abiertas a la historia. Así pues, comienzo este viaje sabiendo que no solo las playas cuentan a la hora de viajar por la Costa Blanca.
Los Castillos del Vinalopó

Conforme llegas a Villena se divisa la torre del homenaje elevándose con sus cuatro plantas. En este castillo vivió don Juan Manuel, el autor de El conde de Lucanor, uno de los títulos de la literatura medieval más destacados.
El castillo, que fue levantado por los árabes en el siglo XII, es un estupendo mirador sobre las tierras del valle del Vinalopó. En el recorrido por el casco histórico, habrá que parar para probar una porción de gachamiga acompañada de un chato de vino. Tal vez sea el plato más destacado de la gastronomía del entorno, que se caracteriza por su esencia campesina.
Pocos kilómetros separan Villena de Elche, donde nos aguardan dos Patrimonio de la Humanidad que también nos ayudan a imaginar tiempos remotos: el Palmeral y el Misteri, tesoro cultural de la Edad Media. Si seguimos ruta hasta la costa, alcanzaremos las Salinas de Santa Pola, otra de las paradas imprescindibles de la región, sobre todo, para los amantes de la naturaleza y de la observación de aves.
Castillos de la Llave del Reino

Tal vez sea el castillo de Santa Bárbara el más icónico de las fortalezas de la ruta. Se yergue como una mole rocosa gigante en el centro de la ciudad de Alicante, junto al litoral. La explanada más elevada es conocida por «Macho del Castillo» y desde allí veremos el Mediterráneo en todo su esplendor. Y tal vez por ello, por el control del mar, Pedro IV de Aragón bautizó esta plaza fuerte como La Clau del Regne (La llave del reino).

A once millas náuticas, muy cerca del cabo de Santa Pola, se encuentra nuestra siguiente parada: la isla de Tabarca. Desde el puerto salen barcos diarios que llegan en una hora al archipiélago, declarado en 1986 como reserva marina, la primera de España. Sus costas fueron en el pasado un refugio de piratas, hasta que en el siglo XVIII, Carlos III ordenó fortificarla y levantar un pueblo de pescadores. Después de disfrutar de las vistas y de las playas, no hay que olvidarse el caldero tabarquino, el plato estrella de la isla.
Castillos de Tudmir

Las murallas de la ciudad de Orihuela, cuna del poeta Miguel Hernández, fueron legendarias. En su tiempo, poseían dos cinturones. Uno externo, que protegía a la ciudad, y otro interno para el Castillo y la Alcazaba de Orihuela. Hoy es necesario algo de imaginación para reconstruirlas mentalmente. La puerta de la Olma, la única que queda en pie en la actualidad, puede ser un buen punto de partida para pasear por el casco antiguo de Orihuela, declarado Conjunto Histórico-Artístico y monumental.
Si seguimos el río Segura a su paso por Orihuela, y vamos dirección hacia la costa, nos esperan 45 calas y playas que extienden su arena desde la desembocadura del río hasta la Torre de la Horadada, la antigua torre vigía construida a finales del siglo XVI. Allí nos espera una de las playas más bellas de la provincia, la playa del Conde.
Castillos de la Montaña

Esta otra ruta es ideal para alejarnos de la costa. A los amantes del senderismo les encantará porque nos dirigimos a la Cordillera Prelitoral, defensas naturales, que a su vez albergaron distintas fortalezas en lo alto de las crestas calizas. La Montaña de Alicante, la Sierra de Mariola y El Carrascar de la Font Roja son parajes ideales para la práctica de la bicicleta de montaña, la escalada o el barranquismo.
Siguiendo las fortalezas, podemos ir desde Alcoy, con su castillo de Barchell, hasta Tibi, pasando por el municipio de Onil. Tibi ocupa un cerro en medio de un paraje agreste rodeado de vegetación. Sus calles estrechas y en cuesta reflejan aún hoy en día su pasado morisco.
Castillos de la frontera del miedo

Esta es la ruta que concentra mayor cantidad de fortalezas defensivas repartidas entre algunas de las localidades más emblemáticas de la costa mediterránea. El miedo a los corsarios y le necesidad poblar el litoral contra posibles invasiones fueron el germen de poblaciones tan conocidas hoy en día como Villajoyosa, Benidorm, Altea, Calpe, Xàbia o Dénia.
Calpe es el municipio escogido para finalizar esta ruta histórica. Es una síntesis perfecta de los castillos de la Costa Blanca: es la historia que pervive junto al poderoso atractivo del mar Mediterráneo.
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José Alejandro Adamuz
Soy licenciado en filología hispánica y periodista por vocación. También soy disléxico, por lo que suelo confundir la derecha con la izquierda y los kilómetros con la literatura. Pero de momento me va bien así. Colaboro habitualmente en diferentes medios haciendo crónica de viajes y periodismo cultural. Me gusta que los viajes cuenten historias y que las historias me hagan viajar.
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