Rutas entre naranjos: la fruta estrella del otoño e invierno

Pocas cosas entran mejor en el cuerpo cuando cogemos un resfriado que un zumo de naranja natural recién exprimido. Es una de las frutas con más vitamina C, que ayuda a fortalecer el sistema inmunológico. Además, hay que decirlo: es un alimento bonito. Sus árboles, sus flores y sus frutos configuran un precioso paisaje agrícola en la costa mediterránea que invitan al paseo relajado y a la contemplación.

Tanto es así que, lo que hoy es una deliciosa fruta, originariamente llegó a la península ibérica como planta ornamental. Los historiadores afirman que entró por el sur, a través de la Ruta de la Seda —donde la ciudad de Valencia era un referente—, y se convirtió en un adorno habitual en los patios del Al-Ándalus. Se tiene constancia de que había naranjos en la época, por ejemplo, en la Mezquita de Córdoba y en ciertos espacios de Valencia. Ahora bien, se trataba de una naranja un tanto diferente a la que comemos en la actualidad. Era muy ácida y no recomendable para el consumo humano.

Cuándo es el mejor momento para hacer rutas entre naranjos

Parafraseando el libro del polifacético Vicente Blasco Ibáñez, vamos a pasear entre naranjos, con rutas sencillas que nos acercan a esta fruta tan valenciana que también se ha cultivado en otros campos de la costa mediterránea. Hay dos momentos del año en el que lucen especialmente preciosos (pueden cambiar algo, dependiendo de las condiciones climáticas y de la zona): entre marzo y mayo, que es cuando se produce la floración del azahar, dejando ese aroma tan agradable y característico en los campos; y de septiembre a junio, cuando están los frutos en las ramas (mientras no los hayan cosechado) y regalan un espectáculo visual.

Antes de ponernos un calzado cómodo, un último consejo. Para que los campos luzcan así de cuidados y podamos seguir paseando entre naranjos, las personas consumidoras tenemos un poder decisivo: comprar naranja local, verificando el origen en los lineales y en los mercados. Es el mejor apoyo que le podemos dar.

Alzira y el valle de la Murta, cuna de la naranja (Valencia)

En el interior de la provincia de Valencia está Alzira, capital de la comarca de la Ribera Alta, conocida por ser la “cuna de la naranja”. Aquí transcurre precisamente la mencionada novela de Blasco Ibáñez, y es que los alrededores de este municipio agrícola están dominados por extensos campos de naranjos y por cultivos de huerta tradicional. Así la retrataba:

En el inmenso valle, los naranjales como un oleaje aterciopelado; las cercas y vallados, de vegetación menos oscura, cortando la tierra carmesí en geométricas formas; los grupos de palmeras agitando sus surtidores de plumas, como chorros de hojas que quisieran tocar el cielo, cayendo después con lánguido desmayo; villas azules y de color rosa entre macizos de jardinería; blancas alquerías, casi ocultas tras el verde bullón de un bosquecillo; las altas chimeneas de las máquinas de riego, amarillentas como cirios con la punta chamuscada; Alcira, con sus casas apiñadas en la isla y desbordándose en la orilla opuesta, toda ella de un color mate de hueso, acribillada de ventanitas, como roída por una viruela de negros agujeros.

Entre naranjos, de vicente blasco ibáñez

Una buena opción para contemplarlos y moverse en transporte público es ir de la estación de tren de Alzira hasta las ruinas del monasterio de Santa María de la Murta. Es un poco larga, pero es prácticamente llana y no tiene dificultad: 17 kilómetros y 200 metros de subida. Permite tener una buena panorámica del entorno.

Otra posibilidad es ir en coche directamente al Paraje Natural Murta-Casella, donde hay una amplia zona de aparcamiento y merendero. Desde aquí salen rutas de diferentes niveles de dificultad que discurren entre bosques mediterráneos y restos patrimoniales con el telón de fondo de los campos de naranjos. Uno de los recorridos más sencillos y bonitos, apto para familias, es el sendero circular SL-CV 81. Tiene 3,5 kilómetros y se llama “Senda botánica por el Valle de la Murta”. Aquí se pueden consultar todas las rutas señalizadas.

Ruta por las mandarinas de Nules y por un pueblo que sigue amurallado (Castellón)

Los campos de cítricos se extienden también por el norte de la Comunidad Valenciana, por la provincia de Castellón, con grandes concentraciones en las comarcas de la Plana Baixa y la Plana Alta. Además de naranjas, aquí se cultivan mandarinas, especialmente una variedad muy apreciada: la clemenules, autóctona del pueblo de Nules. Su paisaje agrícola totalmente llano contrasta con las cercanas montañas de la sierra de l’Espadà.

Os proponemos una ruta muy interesante para pasear entre naranjas y mandarinas y con un fuerte componente histórico, ya que visita un conjunto de búnkeres de la guerra civil española. Están en buen estado de conservación y hay paneles informativos con explicaciones e indicaciones de las ubicaciones.

Además de descubrir los vestigios de la guerra, pasa por la bonita villa amurallada de Mascarell. Se trata de un pequeño recinto fortificado que es único en toda la Comunidad Valenciana. Como si todavía vivieran en la Edad Media, en la actualidad siguen contando con dos únicos accesos al núcleo urbano: las dos puertas que tiene la muralla. El avance de los siglos sí que ha cambiado algunas cosas, como el foso, que hoy es una acequia de riego.

La Ruta del Azahar (Granada)

Aunque parece difícil separar las palabras “naranja valenciana”, lo cierto es que hay muchas otras zonas de la costa mediterránea que cultivan esta fruta. La Comunidad Valenciana es la principal productora citrícola, pero Andalucía cada vez está ganando más peso. Por eso, no debe extrañarnos que exista un recorrido sencillo llamado “Ruta del Azahar” en plena provincia de Granada. Está en el valle de Lecrín, al que los musulmanes llamaron “valle de la Alegría”.

El sendero comienza en el mirador de las Alvirillas, en el pequeño pueblo de Melegís. De nuevo entre naranjos, ofrece una vista panorámica privilegiada del valle, desde el pantano de Béznar hasta el municipio de Restábal. Continúa por el núcleo urbano, permitiendo conocer sus callejuelas, la iglesia de San Juan Evangelista y el lavadero, que está muy bien conservado. Prosigue entre huertas y campos de naranjos hasta descender hacia el embalse. Son algo más de 6 kilómetros de ruta y unos 130 metros de desnivel positivo.

Tras estas rutas, ¿a quién no le apetece una naranja o una mandarina?