A veces la importancia de una ciudad eclipsa la belleza de otra. Es lo que le ocurre a Évora que, a escasos 100 kilómetros de Lisboa, pasa demasiadas veces desapercibida para los viajeros. Sin embargo, podríamos decir sin temor que es una de las ciudades más bellas de Portugal. Por supuesto, como evidencian algunos restos arqueológicos romanos, también es una de las más antiguas del país.
En el siglo XV, cuando Portugal aún era una monarquía, los reyes escogieron Évora para establecerse. Paseando por el acogedor centro histórico llegamos a entender el acierto de estos monarcas que con su residencia contribuyeron al importante papel cultural que vivió la ciudad en los siglos posteriores. La Universidad de Évora, fundada a mediados del XVI, la convirtió en centro de aprendizaje, aunque la llegada de la Inquisición trajo asuntos algo más sangrientos.
El centro histórico de Évora
Desde bastante antes de llegar a Évora, a la altura del convento São Bento de Cástris, aparece el monumental Acueducto da agua da Prata, símbolo de la villa. El estado de conservación de este acueducto romano, uno de los mejores junto al de Segovia, nos avanza lo que vamos a encontrarnos al entrar en la ciudad. El centro histórico de Évora fue reconocido como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Capas y capas de la historia de Portugal están ahí a nuestro alcance. Bastará pasear por unas cuantas calles para ir de los siglos I hasta el XVI. Évora es un museo a cielo abierto.
A la vez, la ciudad ofrece mucho más que sólo pasado. La actualidad más vibrante también alcanza al visitante en forma de propuestas culturales que llegan con los estudiantes de la antigua universidad, y también en el ambiente de los restaurantes, en las cafeterías y en las plazas, que son lugar de reunión de los habitantes.
Sólo queda hacer una advertencia antes de comenzar la visita: la región del Alentejo tiene reputación de extensos almuerzos –y esperamos que así siga por mucho tiempo más– y lo que ocurre es que la ciudad al completo sigue con su costumbre de de cerrar durante el almuerzo. Esta pausa incluye a los principales lugares y monumentos de interés turístico.
Paseando por Évora
Sólo deambulando por sus estrechas calles, entre casas de fachadas encaladas que parecen más de un pueblo que de una ciudad, podremos ir descubriendo la riqueza patrimonial de Évora: el templo y las termas romanas, las murallas medievales, la catedral o la iglesia de San Francisco, con la pintoresca Capela dos Ossos. Sólo hay que tener en cuenta un consejo: si te extravías, algo que por otra parte es aconsejable para encontrarse con esos detalles que no suelen aparecer nunca en las guías, lo que hay que hacer es caminar siguiendo las cuestas, ya que así volveremos al Templo Romano.
Para comenzar a conocer Évora, lo mejor es hacerlo en la Praça de Giraldo, el verdadero corazón de este Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. Su característico empedrado conduce nuestra mirada a la bella Igreja de Santo Antonio y la fuente de mármol de 8 caños que representan el número de calles que se encuentran en la plaza. Terrazas, tiendas y pastelerías se reparten bajo los arcos blancos de los laterales. La animación es constante. Si comenzamos la caminata por Évora de buena mañana, aquí será un buen lugar para tomar un café portugués y cargarnos de energía a base de queijadas típicas.
Si salimos de la plaza por la Rua da Republica y caminamos hacia Praça 1 de Maio, llegaremos a la iglesia de San Francisco, del siglo XV. Su fachada mudéjar alberga la que con toda probabilidad es la atracción turística estrella de Évora: la Capela dos Ossos (Capilla de los Huesos).
Nos aguardan más de 5.000 cráneos, además de centenares de tibias. La inscripción sobre la puerta es algo inquietante, pero real: «Los huesos que estamos aquí, para los tuyos, esperamos «. Su construcción no fue producto de algún impulso morboso, sino que fue por pura necesidad. Según cuentan, durante el siglo XVI, hubo una superpoblación en los cementerios de Évora, por lo que se decidió exhumar los huesos de las tumbas para hacer sitio y los huesos acabaron en la capilla.
Tal vez el contacto con la muerte nos lleve a querer disfrutar de las cosas de la vida. ¡Carpe Diem! Así que, ya que estamos en el Alentejo, es buena idea probar sus famosos caldos. Para ello, hay que dirigirse a la oficina de la Ruta del Vino de Alentejo, en la Praça Joaquim António de Aguar. A la vuelta de la esquina, saliendo por rúa Cândido dos Reis, se encuentran varios restaurantes en los que poder probar los tradicionales huevos revueltos con espárragos de Évora.
Desde aquí, hay que seguir nuestra incursión por el antiguo barrio morisco, donde las calles se estrechan como si los vecinos quisieran tocarse solo con sacar el brazo por la ventana. Desembocando por la rúa das Fontes, vemos destacar la Torre das Cinco Quinas y, más allá, el templo romano dedicado a Diana, cuyas columnas corintias son otro de los iconos de Évora. A este deambular ya sólo le falta la Basílica Sé Catedral de Nossa Senhora da Assunção, del siglo XIII.
La fachada de la catedral revestida con granito rosa aparece ante nosotros caminando por la calle Cinco de Outubro. Casas típicas con balcones floridos flanquean nuestro paso a lado y lado. En el interior de la catedral, está el órgano más antiguo de Portugal. Otra curiosidad es la La Virgen María que se venera en Évora. Es de piedra, del siglo XV, y se conoce popularmente como Nuestra Señora de la O, debido a la forma redonda de su vientre.
Si se tiene tiempo, lo mejor es alargar el deambular por Évora hasta la noche, cuando el acueducto que nos dio la bienvenida ya antes de entrar en la ciudad queda iluminado a lo largo de la rúa do Cano, casi como si en lugar de un acueducto fuera un faro que nos indica el largo pasado de la ciudad.
Casas rurales en Évora
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